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Hace algunas noche tuve un sueño muy especial. Soñé con un Albatros, esa gran ave que surca océanos con sus alas inmensas. Fue un sueño muy vívido. Fue algo mas o menos así:

Es de día, llevo un vestido largo, ligero. Es un día agradable, el cielo está cubierto con nubes algodonosas grises y blancas. En alguna parte de la ciudad donde estoy, un Albatros busca algo, puedo verlo incluso no estando cerca de mí, su imagen aparece en mi mente todo el tiempo. De pronto, justo por sobre la azotea en la que me encuentro junto a otras personas en una fiesta después de una gala de circo y danza, lo veo nítidamente sobrevolando los edificios. Solo yo puedo verlo, los demás siguen inmersos en la fiesta, todos conversan, se divierten, comen y beben algo.

Poco a poco me alejo del grupo caminando suave por la azotea, me siento inquieta. Pienso en el porqué esta maravillosa ave andaba en la ciudad, aunque fuera costera; ese no era su sitio. Me doy cuenta de que el Albatros lleva entre sus patas un huevo beis y una rama en el pico. Busca un lugar donde hacer nido. No se decide a tocar suelo. Siento que me mira y cuando eso sucede, viene hacia mí. Me asusto, no sé que va a hacer, me quedo ahí inmóvil. Para mi asombro, a medida que se acerca se va transformando, poco a poco se va convirtiendo en un hombre, primero lo veo como un hombre mitad ave, sus alas inmensas en su espalda. No sé que pensar. Luego, sus alas desaparecen y se queda con su torso desnudo; esbelto y fuerte. Va en pantalones y descalzo caminando directo hacia mí con el nido en sus manos, pero esta vez puedo ver claramente que lleva dos huevos, uno beis casi transparente y otro gris claro.

Sin decirme nada siento su voz dentro de mí, nos miramos a los ojos y puedo sentirlo tan real que mi mente ni siquiera lo duda. Me entrega los huevos dejándolos suavemente en mis manos, eran suaves y firmes. Dice que me estaba buscando, que yo los podré anidar, cuidar y darle calor suficiente para que vivan. Él desaparece sin más. Me quedo ahí, en la fiesta con todos los demás. Bajo del edifico, me dirijo hacia la explanada donde todavía estaban recogiendo escenarios y carros; puedo reconocer a muchas personas que han pasado por mi vida. Me siento extraña en ese lugar, que si bien no es exacto, sé que es Barcelona por la zona del Instituto del Teatro.

Ese Albatros-hombre tenía cuerpo de bailarín, se movía con determinación y con conciencia de sí mismo. Comprendo que me entrega algo muy preciado para él y yo me propongo hacer mi parte aunque los huevos también desaparecieron. Me marcho de ahí con suavidad, apartando de mi camino a personas que poco aportaban a mi cometido, impresionada aún, sin ganas de distraerme con cosas que me sacaran de mi camino. Tenía la sensación de estar envuelta por grandes y aterciopeladas alas, envuelta en la sutileza del espíritu y compañía de ese ser.

Me despierto con los ojos muy, muy abiertos.

Muchos días después supe que el Albatros es un ave muy apreciada por los antiguos marinos, considerándolo un portador de buenas noticias y de buen tiempo. Y que en otros términos representa el alma y la libertad espiritual.

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