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Esta mañana al despertar, recordé la celebración de aniversario del colegio, cuando estaba en los últimos años de la enseñanza media. Fue algo significativo, después de muchos años nos permitieron celebrarlo haciendo una alianza con un colegio de chicos, el nuestro era solo de chicas. Y este colegio no era uno cercano al nuestro, no, invitamos al más cool que se nos ocurrió en ese entonces.

Festejamos a lo grande, realizamos muchas actividades y el colegio se convirtió en un lugar de diversión máxima. Lo pasamos increíble, personalmente tuve que abordar varias situaciones nuevas y de cierta complejidad para mí a nivel personal. Pero lo más importante es que nos dejamos llevar por una ola de diversión y pertenencia.

No sé ni cómo ni de quién fue la idea, seguro que no fue mía, pero me convertí en la candidata a reina de mi alianza y tuve que participar en varias actividades durante esa semana. Por supuesto hubo un candidato a rey, al que le llamaban Lobo, por su apellido. Entre otras cosas, participé de actividades diversas con muchas personas desconocidas para mí, también tuve que vestirme y usar maquillaje de forma distinta a la habitual y a mi gusto personal. Recuerdo haber sentido pudor, cansancio, inseguridad, también mucha alegría, entusiasmo y un gran sentido de compañerismo. Y también estoy segura de que no lo hubiera hecho si no hubiese contado con el apoyo de mis compañeras de clase y mis amigas. De toda esa experiencia conservo dos recuerdos en especial: una crítica y la competencia de baile.

Dije que me vestí diferente y así fue. Me puse una chaqueta Biker, esas de cuero rockeras, y mi look era de un monocromo negro de arriba a abajo, aunque durante el último día no llevaba mucha ropa cubriéndome: no llevaba más que un hot pants, un body de manga larga y cuello alto, más los accesorios a tono; zapatos negros de tacón con plataformas, muchas mostacillas de plata colgando de mi cuello y muñecas (recuerdo que juntamos todas las mostacillas mías y de mis compañeras y algunos anillos) rematando con el maquillaje ad-hoc, según nosotras, labios rojo intenso, ojos delineados en negro, rímel en las pestañas. La performance perfecta para el papel de candidata a reina.

Mientras me preparaba en los camarines del gimnasio de mi colegio, oí a una chica comentando acerca de otra candidata a reina de otra alianza diciendo algo mas o menos así “pero mira como se vistió, parece puta”. Nuestras miradas se cruzaron fugazmente y mirándonos en el reflejo del espejo le respondí algo así “pues todavía no ves mi look y soy de tu alianza”. Fue entonces que respiré profundo y me enfundé el hot pants, los tacones y mis amigas me pusieron lo demás mientras peinaban mi pelo largo. Entre todo el barullo no sé si alguien más le contestó algo o no, fue un momento fugaz, apenas me dio tiempo de mirarme al espejo y dar un toque a mi pelo cuando ya salimos corriendo de los camarines subterráneos hacia el mar de adolescentes gritando, hablando, diviertiéndose. No habían redes sociales, y menos mal!, ni siquiera tengo una sola foto de ese momento.

Me tomé todo muy en serio, viví mi rol a tope! Tanto así que me importó solo un poco cuando mi pololo de ese entonces, que ya no era escolar sino universitario, apareciera por el patio del colegio justo antes de la competencia de baile. Cuando me vio cambió la expresión de su cara y vi como se puso muy rabioso al verme con mi nuevo atuendo, supongo que no podía creer lo que veía, tal cambio no cabía en su mente, apenas en la mía a decir verdad. Y diciéndome una cantidad de cosas que no retuve, se dio media vuelta y se fue. Conservo un atisbo de esa breve visita, recuerdo verlo irse furioso y celoso, entre la multitud de chicos y chicas, dejándome con las palabras en la boca. Me llamaron desde la pista y fui dentro a bailar con una mezcla de culpa, rabia y pena. El podría haberse quedado y apoyar a la alianza, apoyarme a mí, pensé. También podría haberse dado el tiempo de acercarse sin juicios ni críticas para conocer a mis amigas y los nuevos amigos que estábamos haciendo. Entiendo que todo le superó.

Cuando entré al gimnasio convertido en una gran discoteca diurna, el candidato a rey me estaba buscando, nos vimos y sonreímos, estábamos medio resignados a bailar entre aquella multitud envueltos por los gritos de nuestros amigos y amigas. Caminando juntos para tomar nuestros lugares le dije que no me sentía segura de poder hacerlo, no sabía si podría superar tantas pruebas, a lo que contestó muy gentil y en su estilo James Dean, “yo tampoco”. Nos tomamos de la mano y nos pusimos a bailar. El inicio fue muy tímido, casi rígidos; sentía pudor, estaba incómoda con esos tacones y el pantaloncito. Tras los primeros bailes tomamos confianza el uno en el otro, nos reíamos de la situación y de nosotros, cada paso fue un gesto de confianza y apoyo mutuo, finalmente nuestra incomodidad cedió y todo cambió. Los jueces, que eran los profesores de ambos colegios, iban descartando a las parejas de la pista y para nuestra sorpresa, nosotros seguimos entre baile y baile avanzando a la final. Debo decir que me di permiso para bailar a morir y él también. Paralelamente, nuestra alianza participaba en las otras actividades y sin darnos cuenta, ganamos la competencia de baile, nos nombraron rey y reina de la fiesta porque entre todos habíamos alcanzado los puntos necesarios para llegar al podio final. Fue memorable la celebración, y claro que sí, seguimos bailando todos juntos.

Y no, no pasó nada especial entre el rey y yo, solo nos tomamos de la mano y nos abrazamos, bailamos y celebramos con entusiasmo y euforia adolescente; también compartimos conversaciones y juegos propios del aniversario escolar. Aunque si lo pienso mejor, sí pasó algo, nos hicimos muy amigos, incluso después fuimos compañeros de universidad, él estudió ingeniería en otra facultad distinta a la mía, y nos pudimos encontrar y compartir durante años en los pasillos y jardines de la U.

Después de aquel agosto otra vez suspendieron las alianzas entre colegios por muchos años, continué con mi relación por uno o dos años y las amistades perduraron por muchos años más, siempre bailando.

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