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Hay días que ni caminar, ni bailar, ni la música parecen aliviar el dolor. En cambio, hay otros en que solo bastan dos sorbos de agua para animarme y seguir adelante sin vacilar. Entre ambas opciones, por supuesto que hay otras posibilidades, muchas más de las que puedo imaginar, pero en ocasiones la espesura de la mente es tal que apenas consigo moverme o la neblina abrumadora que parece cubrir el camino parece impenetrable, impidiéndome ver con claridad para discernir y decidir.

Y entonces pienso, tal vez sin darnos cuenta vamos experimentado momentos ya sean de angustia, tensión, decepción, tristeza o sobrecarga y simplemente los vamos dejado pasar, sin más. Sin embargo, en algún segundo podemos detenernos para darnos cuenta que esas sensaciones en el cuerpo, en la mente, las emociones que vivimos solo se están acumulando una encima de la otra y que pesan; en alguna parte nos molestan, nos asfixian, nos incomodan, simplemente, para que les prestemos atención y nos escuchemos; no para sufrir sino para darnos una oportunidad.

Y aunque llevemos mucho aprendizaje encima, o al menos eso creamos, las rendijas dejan pasar las resistencias, los olvidos intencionales o no, las exigencias propias y del entorno, o  el piloto automático perdiéndonos en el camino; aun así, sigue habiendo oportunidades, posibilidades, ayuda disponible.

Desaprender, lleva su tiempo e integrar, otro tanto.

Antes me dolía horrores caer en el vaivén emocional y me quedaba ahí pensando que en algún momento saldría, sin más. Hacía algo, pero claramente no tenía idea (lo digo amorosamente). Ahora, cuando me doy cuenta que el caos emocional está tomando velocidad, dependiendo de como sea y qué intensidad tenga, evalúo daño y busco ayuda; de todo tipo: recursos personales, mi botiquín de primeros auxilios físicos, emocionales, psicológicos, etc., y escojo. Sí, elijo entre toda la ayuda disponible y decido.

Con 21 años tomé la decisión de ir a terapia por primera vez, después de eso he ido unas cuantas veces más y seguramente seguiré yendo cada vez que lo estime necesario. Y no solo terapia para mi salud mental sino también para mi salud emocional y espiritual. Con los años he vivenciado que cuando me fragmento y clasifico mi vida es cuando más duele. Y cuando me atiendo como un TODO, la vida vuelve a sonreír.

Cada vez intento tener muy presente que estoy aquí para ser feliz, que todos estamos aquí para ser felices. Somos un TODO, en un diseño único. Poner nuestra vida en el centro de nuestra existencia, es un acto de amor.

Este es un recordatorio para ti y para mí, confío en que algo resuene en ti también.

C U E R P O – M E N T E – E M O C I O N – E S P I R I T U  

Nota: les comparto esta playlist que hice como parte del botiquín de primeros auxilios personal. Disfrútala.

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