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Hace años cuando estaba en la universidad, terminando mi carrera, pude darle un sentido a mis estudios y fue con el conocimiento acerca de políticas públicas que pude acercarme a las políticas culturales, viéndolas como factor de desarrollo e integración social, imprescindibles para una sociedad que avanza, que evoluciona. Esta fue una de las razones por las que quise trabajar en cultura y con esa firme convicción hice lo posible para trabajar en la División de Cultura del Ministerio de Educación. Aprendí mucho en ese comienzo de mi carrera profesional.

Por otra parte, el arte como expresión artística significaba mucho más que eso para mí, era y es, una expresión íntima de nuestros sentimientos o pensamientos, que una vez concretada dicha expresión por medio de cualquier  técnica o formato, nos vuelve vulnerables ante los ojos de los demás. A la vez, el proceso nos muestra hendiduras por donde meternos en un mundo interno, pudiendo aprender muchas cosas de nosotros mismos, de nuestro entorno, cosas que nos hacen crecer, ver nuestro entorno y la vida de otra forma. Pero sobre todo el arte, en mi opinión y mi sentir, es el alma, es un lenguaje que nos revela sutilezas inmensas que no podemos guardarlas solo para nosotros. El arte se convierte en una herramienta y nos convierte a nosotros a su vez en puentes que, en la medida de cada cual, sirve para que nosotros, y quien quiera hacerlo, podamos detenernos para reflexionar, observar desde otra perspectiva. Incluso, y no menos importante, sirve para curar: el alma, el cuerpo, la mente.

Claramente, quisiera que el acto creativo y sus resultados fueran accesibles y habitados por todo aquel que lo quisiera. Crear no sólo para una misma, sino compartirlo, vivirlo, creciendo individualmente a la vez que como grupo, comunidad.

Ahora bien, volviendo a las políticas, también soy consciente de que esto tiene una cara B, que las mismas políticas pueden llevarnos al lugar equivocado. He vivido por 10 años en una ciudad europea invadida por diversas actividades culturales, he visto el anverso de la moneda; cuando el arte y la cultura con sus distintas expresiones se vuelven frívolas, vacuas, distractoras. Simplemente una actividad más entre tantas otras, perdiendo total sentido. Lo que era íntimo, pleno de sentimiento, se vuelve espectáculo y show bussines; la reflexión social o íntima se margina o se vuelve un instrumento de masas, lo que antes fue arte y cultura, es mera exhibición. Un discurso único, unilateral, o como mínimo, se usa con fines discutibles.

Y entre esas aguas, la belleza se encuentra, vive, pulsa. Encontrarnos unos con otros, mirarnos, escucharnos se vuelve de real importancia. Participar, conocer, volcarnos en los espacios, habitarnos tanto de manera íntima como socialmente. Incidir desde nuestros lugares, en nuestra medida. Polinizarnos y hacer posible la vida.

Acuérdate, sé respetuoso/a con mi trabajo, si no te gusta simplemente busca otro contenido acorde contigo, seguro lo hay. Y por supuesto, puedes compartir lo que publico, mencionándome en las entradas que hagas a través de cualquier medio.

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