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Me sentía extra cansada, dormía poco por la picazón de los pies y manos, aún sin diagnosticar sabía que tenía una incipiente colestasia. En la madrugada del sábado 8 de noviembre, cerca de las tres de la mañana, me despertó una molestia que no supe reconocer. El dolor venia del bajo vientre, respiré profundo e intenté relajarme lo que más pude a la vez que mi cabeza intentaba discernir si acaso se trataba de contracciones que anunciaban tu inminente llegada o no. Respirando profundamente y con mis manos dándote mucho amor, me relajé tanto que me dormí hasta las 7:30am. A esa hora desperté nuevamente con la molestia aunque esta vez era un poco más intensa, entonces me levanté y fui al baño, ahí me di cuenta de que un líquido transparente bajaba por mis piernas; la fuente se había roto. Como nunca había estado en esa situación, desperté a JM y consultamos a Isidora, nuestra doula. También pregunté a mis hermanas.
Antes de ir a la clínica, dediqué tiempo para apreciar la luz de la mañana, el aire primaveral. La casa estaba luminosa, me senté a la mesa y tomé desayuno, todo muy ligero, tenía tantas ganas de beber cosas frías durante el embarazo que esa mañana me sorprendía al querer tomar una infusión calentita de menta. Luego, me di una larga ducha y recé, con toda la paz y alegría de mi corazón, nos encomendé a Dios sabiendo en todas las células de mi cuerpo que todo estaba bien, había llegado el día que saldrías de mi cuerpo para tomarte en mis brazos.
En la clínica nos atendieron enseguida. Una vez dentro, llegaron los mismos doctores que nos vieron cuando fuimos por la caída unas semanas antes. En cierto modo, fue muy “familiar” todo, aun estando en un recinto médico; nos evaluaron y nos dejaron ingresados.
Recuerdo que desde pequeña y hasta adulta, sentía miedo y un dolor indescriptible en todo mi cuerpo con solo pensar en un parto, ni hablar de ver uno en las clases de biología. Sin embargo, desde que supe que estaba embarazada el miedo se esfumó, fue transmutado en fortaleza, amor, confianza, por un sentimiento de saber que estaba total y absolutamente sostenida por algo mucho más grande, que para mi significaba Dios, el universo, la fuerza de todas las madres. Dentro de mí habitaba tal determinación que no había espacio para duda o miedo alguno, era una certeza.
Estuvimos en todo momento acompañados por JM, mirándonos muy de cerca cuidando que todo estuviera en orden, ocupándose de todo los trámites y dando avance de noticias a toda la familia enviando mensajes y fotos. Eso me daba confianza y tranquilidad. Se quedó a nuestro lado en silencio, y con mi mano muy agarrada a la suya fui pasando las contracciones, algunas breves conversaciones y algo de comer y beber. Recuerdo que me iba diciendo todos los detalles de las conversaciones que tenía con la familia y los doctores. También lo veía cambiar de mano muy suave y de vez en cuando, porque se la tenía fuertemente apretada contra la mía.
Desde las 10:30am hasta las 19:20hrs, el tiempo dejó de existir, entré en un estado de presencia absoluta concentrada en el trabajo de parto. También estuve adormilada por la anestesia que pedí me pusieran con el fin de disfrutarte, luego comprendería otras cosas acerca de esto. Enfoqué mi mente en las necesidades de mi cuerpo que eran las mismas que las tuyas, mi niño precioso, concentrarme en el trabajo de parto. Hice pujo, una y otra vez, repetidas veces de forma muy suave, hice ejercicios de movilidad para mis piernas para que la anestesia no se interpusiera en lo que tenía que hacer con mi cuerpo y pude dejarme llevar en ese vaivén de contracciones y valles de tranquilidad. Hacia las 16hrs ya estaba todo preparado para que salieras, pero el equipo médico no lo estaba, habían muchos nacimientos para una tarde de sábado, por lo que tuvimos que esperar hasta las 19 horas para que todo estuviera dispuesto. Una de las doctoras que venía a controlar cómo estábamos, me dijo riéndose condescendientemente, que confiaba poco en mi capacidad, a lo que contesté que no me conocía casi para decir algo así; luego fue la mas sorprendida al ver que dando las cuatro de la tarde ya estabas con la cabeza asomada. Entonces advirtió a los demás y me dijo que dejara de pujar. No podría decir que le hice mucho caso, mi cuerpo sabiamente hizo lo suyo, y hay cosas que no se pueden detener porque sí.
Durante esas horas mi cuerpo se transformó, de una aparente fragilidad surgió la fuerza, mezcla de determinación, confianza, propósito, coraje, instinto, todo a raudales, y mucha concentración. A las 19:20 horas, al tercer pujo en una sala de partos a la antigua y en medio de las voces extrañas del equipo médico auxiliar que entonaban un “vamos Vane, tú puedes”, saliste de la guatita de mamá, en un parto vaginal, siendo recibido por el doctor, quien con atenta mirada y una mezcla de alegría y asombro, pudo recibirte junto con mis brazos. Verte salir, sentirte, abrazarte, me llevaron al éxtasis total, sublime. Solo podía sonreír y apreciar en su totalidad el milagro de la vida, tú me lo enseñaste. También el aitá te tuvo en sus brazos y entre lágrimas te dio todo su amor.
Con tu nacimiento pude comprender la fuerza de la vida, el amor incondicional y mas profundo jamás sentido por nada ni nadie, quedándose en mí para siempre, en cada célula, esta epifanía. Después del parto nos quedamos muy apretaditos uno junto al otro, me sentía llena de energía vital, en un estado de plenitud absoluta con solo mirarte, sentirte y admirarte, comprendiendo una milésima parte de lo que somos: seres infinitos, tiernos y puros. No puedo llegar a imaginar lo que sería comprender el AMOR en toda su magnitud. Esa noche y el día siguiente la pasé sin dormir, no por ti, sino por que bullía en mí, la energía más potente jamás experimentada y quería vivirla, sentirla, absorberla. Naciste en una hermosa tarde primaveral unas semanas antes de lo previsto, completamente sano, transformando mi vida para el resto de mis días.
Sin duda pude superar el dolor y el miedo, para entregarme a amarte sin medida, incondicionalmente, por siempre. Y también para recibir el mayor regalo que pudieran darme, a ti.
Que tengas un lindo cumpleaños, Aitor.
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