Publicado por Cristóbal Tagle D.
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Mi primera guitarra se la compré a un primo cuando tenía 12 años (digo la compré, pero en realidad la compraron mis padres y me la regalaron. Es un error hablar así, pero también siempre lo hago y no a consciencia. Espero le pase a varios). Desde muy chico iba a su casa a tocarla, a un entretecho que tenía mi tía, la hermana de mi mamá, hasta que un día, al ver que él nunca la tocaba, le pedí que me la regalara. Me la vendió, pero está bien, supongo que no todo el mundo regala las cosas porque sí. De ahí vino Guns N’ Roses, Red Hot Chili Peppers, Led Zeppeling y luego una ola gigante, de la que pensé nunca tendría ganas de salir, con todo el grunge: Soungarden, Nirvana, Pearl Jam, Mother Love Bone y bueno, muchísimos más que podría estar nombrando hasta mañana. La cosa es que entre la guitarra y el fútbol (sí, soy muy futbolero, no tanto para verlo en la tele o ir al estadio, pero sí para jugarlo), casi no estudiaba. Y en realidad no sé para qué digo casi.
A los 15 años viví por un año y medio en Estados Unidos. En Nueva York. Nos trasladamos por el trabajo de mi papá. Sin explicar todo lo que viví allí, pues también podría estar hablándoles hasta mañana, solo lo comento porque gracias esa experiencia nació en mí la noción de que el arte y la cultura eran demasiado importantes. A esa edad no hubiese podido decir cuánto, pero al menos supe que era bastante importante. Y bueno, entre la soledad de estar lejos de tus amigos, primos y algunos hermanos, me volví loco por la guitarra. Comprendí, aquel año, que la música era el lugar donde todo coexistía y mi imaginación se hacía realidad en el sonido, que una idea o un sentimiento indecible era escuchable. La guitarra fue mi refugio, el receptor de toda mi energía.
A los 16, ya de vuelta en Chile, comencé a formar bandas con amigos, compañeros del colegio, a veces de covers pero principalmente para componer canciones propias. Ah, nunca tuve clases de guitarra formales, por lo que de escalas casi no sé nada, y tampoco toco canciones de fogata; nada contra ellas, pero en general no soy bueno para aprenderme canciones; me gusta más la improvisación y solo tocar y cantar.
A los 18 quise estudiar arquitectura, pero, hasta el día de hoy no estoy tan seguro por qué, decidí estudiar ingeniería comercial. Quizás fue el típico susto de “morirse de hambre”, pero yo creo que fue más bien la inmadurez. En fin, si total lo estudios no eran lo que importaba en es minuto para mí. Pero sí la música, y ese año, o creo que fue al segundo año de Universidad, formamos, junto a 3 amigos del alma, la banda “Los Johnnys”. Ay, ¡cómo la extraño!
Sacar un disco; componer música desde el alma sin ninguna intención y que la gente las disfrute; tocarlas en vivo y transpirar y transpirar votando los nervios, ha sido por lejos, la mejor experiencia que he tenido en mi vida. Es lo más cerca de traspasar un sentimiento a otra persona, es lo que se llama “expresarse”. Recuerdo incluso haber pensado, después de una tocata en vivo, ya en ese éxtasis veinteañero, que “cómo me iba a morir sin antes haber hecho esto” jajaja.
Mientras estudiaba en la U lograba hacer todas mis cosas al mismo tiempo que estudiar. Sí, a los 22-23 maduré y me puse a estudiar, pero igual me alcanzaba el tiempo para la música (menos mal dije alcanzaba y no sobraba); componer, ensayar y tocar en vivo es una buena cantidad de tiempo.
Pero salí de la Universidad, me puse a trabajar y se derrumbó todo. Entré a trabajar a un banco, y más que el tiempo que me ocupaba, que sí era bastante, lo normal para una pega, me deprimí y sentí, de una manera más clara y real que otras veces en mi vida, que me estaba pudriendo. No digo que la gente que trabaje en un banco está mal ni mucho menos, de hecho conocí grandes personas y amigos, pero fue lo que sentí y lo sentí tan fuerte que no podía dejar de pensarlo y me hacía mal. Quizá, simplemente, no era para mí. Y fue curioso, porque trabajar, así trabajar en general, me gustó. Y no solo eso, me gustó aplicar los conocimientos y las herramientas que una carrera profesional que no me gustaba me había entregado: presupuestos, flujos de caja, gestión y evaluación de proyectos, en fin, todo lo que una carrera práctica y estructurada para este mundo te enseña. Pero me faltaba el ¿para qué?
Y es de esos momentos en que creo hay que echar mano a nuestros recuerdos, y recordarnos a nosotros mismos qué es lo que nos gusta, qué nos apasiona. Yo sabía que debía estar cerca de la música, del arte, que no debía perder todo lo que allí había, pues tal vez el solo hecho de perderlo era lo que más me asustaba del rumbo que me vida estaba tomando. Tomé esa decisión: mantenerme cerca de la música y de la cultura, y aportar a ellas desde mis capacidades y con mis herramientas. Así, y ahora que ya era poquito más estudioso, apliqué para estudiar gestión cultural, que me hizo entender otras miradas y formas de ver los proyectos, luego estudié estética y filosofía, para no solamente entender el para qué sino también el por qué. También, en ese momento (ya hace algunos años todo esto), formamos, junto a dos amigos, una fundación para promover la música en vivo y la formación de bandas emergentes. Porque no fue fácil, ¿Quién iba a contratar a alguien para trabajar en arte y cultura si solo era ingeniero comercial y había trabajado en un banco? Nadie. Si solo los currículums pudieran mostrar algo más que una carrera y un puesto de trabajo, si pudieran expresar sentimientos, emociones, anhelos, como al arte lo hace; si la gente valorara eso, pucha que estaríamos mejor. Pero bueno, después de varios años creo haberlo logrado, hace pocos meses que mi vida es un constante malabar entre la creación de mi propia música, el trabajo en la fundación y mi actual puesto de trabajo en el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio; al final del día, es una conjugación de actividades que se entrelazan, se tejen y se nutren entre sí sobre un mismo marco que amo tanto: al arte y la cultura. La música que toco y grabo es mi fuga y mi conexión más íntima con la creación, la fundación es como un hijo que espero ver crecer y desarrollarse, y mi trabajo en el Ministerio es, junto con las otras dos cosas, mi forma de aportar a las artes y la cultura de Chile. Hoy hago lo que me gusta y me apasiona.
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Quieres conocer la música de Cristóbal, aquí abajo están los link que te llevarán directo a escucharla. Disfruten!
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