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Antes de ir a Barcelona la pregunta más habitual que me hacían papá y mamá era ¿Y qué vas a hacer allá? ¿A qué vas? Es preciso decir que mi respuesta no les bastaba, les sabía a poco o mejor dicho a nada concreto. Y es verdad, no decía nada muy detallado porque ni yo lo sabía bien. Lo que sí sabía era que quería vivir en esa ciudad desde la primera vez que la vi.

En un primer momento, quise estudiar y como me sentía con muchas ganas de hacer algo nuevo, me incliné por la Museografía. Averigüé todo y me preparé para ello antes de irme de Chile, aunque internamente sabía que no era suficiente para mí. Quería otra cosa. Y esa otra cosa tenía que ver con el arte y en cierta medida acercarme al arte por medio de la Museografía me parecía una buena idea.

Estando en Barcelona las cosas se fueron acomodando y me di permiso para hacer otras cosas, tomar otro tipo de decisiones, las que pensaba serían mejores para alcanzar mis mas profundos anhelos. Me di cuenta que sin tener el título homologado no podría entrar a la escuela de Arte que yo quería y supondría esperar años para hacerlo, así que tuve que dar pie atrás y buscar otras opciones. Retomé la idea de la museografía y busqué trabajo en esa área, siendo inmigrante sin residencia de trabajo la cosa estuvo difícil. Sin embargo, durante ese primer verano recibí una carta. Sí, carta. Entonces no les envié correos electrónicos sino cartas postales a distintas instituciones, el correo me parecía algo muy informal. La carta provenía de un prestigioso museo de la ciudad diciéndome que con gusto me recibirían al tener yo mi titulación y residencia en regla. Lamento decir que a mi impulso juvenil le pareció la peor carta del mundo, por lo tanto, la tiré a la basura y dicho trabajo no llegó a puerto. Viéndolo en retrospectiva prefiero reírme con ternura de ciertas cosas.

Como ya saben, ese primer año en Barcelona finalmente lo tomé sabático, con lo cual los ahorros disminuyeron. Me puse a trabajar, temporalmente pensé, y resultó que no dejé de trabajar durante muchos años, casi 9. Esto influyó a la hora de abordar los estudios, también el que durante ese tiempo me casara. Ya no eran solo mis decisiones sin más, estas también afectaban a mi familia. Aun así no quise desistir de estudiar y busqué la manera de hacerlo.

Entré a la Escuela de Arte y Diseño casi dos años después de llegar a Barcelona, compaginé trabajo de jornada completa, de 33h semanales, con los estudios y mi vida personal. Sí, me tenía mucha fe y sentía también mucho entusiasmo por lo que quería hacer. Fue muy duro. Mi sistema nervioso colapsó y mi plan tuvo que ser ajustado varias veces. Seguí estudiando, pero a mi ritmo, es decir, con muy pocas asignaturas para una malla curricular anual, con lo cual todo se alargó.

¿Les hablé de mi ansiedad? sí, fue mi fiel compañera en ese tiempo. Estaba fuera de casa desde las 7:45 de la mañana y no volvía hasta las 23h aproximadamente, de lunes a viernes, y durante los fines de semana hacía todos los trabajos que debía entregar y también estudiar, además de estar con mi pareja que apenas veía. Así durante años. Y encima, me preguntaba como era posible que no pudiera rendir más. ¿Lo creen posible? Además de todo mi esfuerzo me cuestionaba a mi misma por mi estado anímico y por mis emociones. Una locura total, ahora lo tengo muy claro.

Bueno, finalmente lo logré, salí adelante con mis estudios en la Escuela de Arte y Diseño además de la nivelación de estudios en la Universidad para la homologación de mi título y algunas cosas más. Hice muchos ajustes en el camino, me detuve por un tiempo largo para reponerme. Salieron ángeles en el camino, lo sé, unos me daban ánimos para continuar con la mejor de sus intenciones y otros me advertían de que parara para descansar. Después de una conversación con un profesor de la escuela, en la que no pude contener mis emociones y las lagrimas me inundaban sin parar, viendo su cara de desconcierto me di cuenta del estado en el que me encontraba. Ahora, cuando veo fotografías mías de esos años, miro mi rostro y la expresión de mis ojos que dan cuenta de mi fatiga y tristeza, y pienso, Ay dios mío, qué me llevó a estar así! Sé que el aprendizaje llegó con los años y sé también que es algo ante lo cual debo estar siempre atenta; respetar mis ritmos, reconocer mi camino, las señales de mi cuerpo sin ignorarlas y sobre todo a tener en cuenta que mi impulso siempre me lleva a ir hacia adelante y que debo darle sostén a mis anhelos desde la consciencia de mi bienestar. Y mi felicidad.

Acuérdate, sé respetuoso/a con mi trabajo, si no te gusta simplemente busca otro contenido acorde contigo, seguro lo hay. Y por supuesto, puedes compartir lo que publico, mencionándome en las entradas que hagas a través de cualquier medio.

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