—
Al hablar de “los otros” irremediablemente se plantea la idea de separación entre nosotros mismos y los demás. Tal vez la palabra otro se reemplace por diferentes sujetos, al final quiere decir prácticamente lo mismo, en mi opinión.
Y sí, esto me resulta especialmente evidente cuando hablamos de “los niños” para referirnos a las distintas características y/o problemáticas que desde la mirada de los adultos quisieran abordarse. Lo mismo sucede con la adolescencia.
¿Sería distinto si en lugar de decir “es que los niños se comportan así por x motivo”, dijésemos “cuando somos niños nos comportamos de esta manera por tales motivos”? Desde mi punto de vista el cambio puede ser sutil y sin embargo, profundo, produciendo algo en nuestro interior que nos hace sentir una misma unidad. La brújula se mueve.
Y con esto no borramos las particularidades de cada caso, sino por el contrario, estamos haciéndonos cargo que toda la humanidad, es decir, todas nosotras, antes de ser adultas hemos sido infantes y adolescentes. Y que lo que atañe a uno atañe al todo.
Tenemos la creencia, de que hablar en tercera de persona incluso hasta de nosotros mismos, nos sirve para no consumirnos en las emociones cuando en realidad la observación incluye inevitablemente nuestro mundo emocional. Creer que hablar de una misma es vanidad o presunción nos lleva a caminos donde nos perdemos y nos separamos en lugar de encontrarnos.
Si no queremos vanidad y presunción entonces demos pertenencia, contribución, forjemos autoestimas desde vínculos amorosos, no desde la separación.
Conectar amorosamente y mantener la ternura de nuestros corazones. Cuando somos “los otros” el corazón se detiene, se congela, se endurece, se desconecta.
Recordar en cada paso y cada etapa vital que simplemente todos Somos.
Acuérdate, sé respetuoso/a con mi trabajo, si no te gusta simplemente busca otro contenido acorde contigo, seguro lo hay. Y por supuesto, puedes compartir lo que publico, mencionándome en las entradas que hagas a través de cualquier medio.