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Ayer corté rosas en el campo. Caminé entre los pasillos verdes y fríos. Muchas ya estaban marchitas.

Las rosas oro rubí del jarrón de mamá iluminaban la cocina con tal intensidad que era imposible esquivar la mirada.

Mandalas cual estrellas irradiando su luz, su energía suspendida en el ambiente, silenciando el bullicio de las voces, de los pensamientos.

Todo me atrajo, sutilmente fui envuelta por ellas. Su presencia suave se introdujo en mi corazón, en mi cuerpo.

Salí a caminar con los últimos rayos de sol, pronto el frío se sentiría con fuerza. Una chaqueta de lana de oveja me cubrió calentita.

Busqué las rosas para visitarlas. Algunas con sus botones a punto de estallar, otras tantas en sus últimas horas.

Bellas rosas erguidas hacia el cielo, sus hojas aún tersas, tan verdes con el baño de la lluvia.

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