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Hace muchos años atrás, viviendo en Barcelona, tuve la oportunidad de asistir a una charla de Naomi Kawase, la cineasta japonesa. Fui con mi marido que en ese entonces estudiaba cine y ambos alucinábamos con sus películas. Ella y su cine son sencillamente únicos, desde mi humilde opinión. La charla se realizó en el marco de un encuentro entre cineastas catalanes y otros extranjeros, llamado Cinergia, en un día otoñal de septiembre e el CCCB.

Fuimos a verla y escuchamos su charla más o menos embobados, me atrevería a decir. Ciertamente, no fui la mejor escuchándola, más me dediqué a observarla, ver sus movimientos, la forma en como iba vestida o como se relacionaba con su interlocutor. Recuerdo muy bien el día que fuimos, a la llegada tuvimos tiempo suficiente para hacer algunas fotos en el hall del auditorio. Pude escuchar su voz en vivo y en directo reflexionando de su quehacer en diálogo con un joven cineasta catalán, Isaki Lacuesta. Todo en ella sosiego, calma, un poco de contención. Me inclino a pensar en su forma meditativa de abordar la conversación casi desde la templanza y gentileza.

Mirandola, escuchándola a pocas filas del escenario donde ella se encontraba con su interlocutor y la traductora, personalmente tenía la intención de absorber la forma y sentido de su planteamiento vital al abordar su creación artística. Quería, en cierta manera, aprehender como ella en su mente, sus emociones, en su cuerpo era capaz de crear, de visualizar como a través del cine, podría plasmar su imaginario que aborda heridas, dolor y trozos rotos de sí misma con belleza y honestidad a la vez que con gran profundidad. Como hace para que por medio de la cámara su historia personal no caiga en la exhibición vacua o fingida sino más bien transmitirla y hablar de sí misma con la intención de descubrirse, incluso de conectar con otros, haciendo sentir que en verdad algo íntimo es a la vez colectivo.

Derribar esa gran barrera de separación entre unos y otros haciendo que su propia experiencia pueda ser también el aprendizaje del otro. Un espejo en quien reflejarse, observando cada paso, cada elección, cada decisión, cada sentimiento, cada emoción. Escuchar y estar ahí, en esa conversación entre Naomí Kawase e Isaki Lacuesta fue justamente eso, aprehender eso que no dice ni muestra, sino que simplemente es. Sus gestos, sus silencios, su mente reflexiva, sus pausas fueron simplemente pura inspiración.

Nota: les dejo aquí el link del encuentro que se realizó en el año 2008 Encuentro Cinergia 2008

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