Publicado por Laura Corbalán B.
—
Si el título instantáneamente te hace pensar qué clase de lapsus es ese o qué persona podría ofrecer semejante y absurda sentencia, pues yo, la que escribe, aunque no quisiera quitarle los créditos a quien acuñó la frase “no tengo por qué estar de acuerdo con lo que pienso”: el recordado Carlos Caszely.
Para mí es a todas luces, el mayor síntoma de que sigo viva aquí dentro y que la vida con todos sus matices, no pasa desapercibida por aquí. Para mí, es algo así como la manifestación más clara de mi humanidad, consciencia y racionalidad, en momentos en que, insisto, no he coincidido con las ideas que he hecho mías toda una vida y que llegué a catalogar como intransables.
Nací bajo el signo Sagitario y conforme pasan los años, me he sentido muy Sagitario y que encarno no sé si a la perfección las cualidades que se le atribuyen a este signo, pero sí una buena parte de ellas, especialmente, cuando se dice que nos mueve salir a explorar el mundo, los cambios, los desafíos, que nos caracteriza el desarrollo de nuestra intuición y apertura de mente. Se dice también que es a través del ocio, la lectura, los viajes y la interacción con diversas personas que las y los Sagitario formamos nuestras propias opiniones y creencias. Y sí. Puede ser así.
Hasta hace un tiempo -no muy distante- me jactaba de esto último y de que, a pesar de los sobresaltos que ha tenido mi vida, me mantenía anclada a mis creencias. Para mi desconocimiento, todas esas ideas y creencias que, incluso, he compartido sin mediar en coordinaciones con el padre de mis hijas, se verían sacudidas por situaciones inesperadas que soltaron las anclas de las que me hice para forjar mi identidad. Una de esas situaciones inesperadas es la pandemia y la otra, el embarazo y pérdida de mellizos que vivimos en el transcurso de la crisis sanitaria con una hija que por ese entonces tenía 4 años. Así, mi mundo se puso de cabeza y una neblina densa se interpuso entre quién siempre había sido y quién ya no sentía que era. Es como si hoy viera que hacia atrás era una Laura, hoy otra y probablemente mañana, una nueva, completamente desconocida y discordante respecto de las anteriores.
En esos momentos lo que más quería era volver a ser madre y a los meses, era lo que menos anhelaba. Buscaba cumplir el sueño de convertirme en una trabajadora 100% independiente para alcanzar mi máximo potencial, manejar mis tiempos y crecer en otras áreas y a los meses, ese era el plan menos ideal de todos. Debo confesar que fui muy feliz dando esos pasos y al darme cuenta de que esos conocimientos que quería compartir son muy valiosos y agradecidos por quienes los obtuvieron confiando en mí y en lo que sé. También pude evidenciar lo bien que me sentía siendo mi propia jefa, manejando mis tiempos de acuerdo a mis prioridades y por supuesto, poniéndome a mí al centro del propósito. Sin embargo y contra todo pronóstico, las propias vivencias me hicieron cambiar la mirada respecto de quien he sido y me llevaron a perderle el miedo a no encontrar nuevas creencias, a no encontrarme a mí misma y a no abrazar ya los mismos sueños.
Visto con tiempo y distancia suficientes, este asunto ya no me asusta y se me hace cada vez más natural y aceptable. A la vez, siendo esta la primera vez que lo externalizo, me
satisface sentir y saber que ya no estoy totalmente de acuerdo con lo que pienso o, por lo menos, me doy permiso para asumirlo así, tal cual soy.
Dicho todo lo anterior, con estas palabras acuso recibo de un mensaje que me tenía guardado en lo más profundo de mi ser, sacando a la luz mi verdad al día 21 de junio de 2023. ¿Qué viene después? No lo sé.
Laura Corbalán B. Periodista "La palabra es lo más humano que verás de mí en esta interfaz" https://www.instagram.com/laumagdalena/
Acuérdate, sé respetuoso/a con mi trabajo, si no te gusta simplemente busca otro contenido acorde contigo, seguro lo hay. Y por supuesto, puedes compartir lo que publico, mencionándome en las entradas que hagas a través de cualquier medio.